ANÁLISIS
Por Jorge Messeguer Guillén
Viernes 10 de febrero de 2023
Dicen que no son iguales que los de antes, pero la realidad los desmiente día con día. Señalaban con razón al presidente Fox por intervenir en las elecciones, desde luego que lo hacía, pero ahora la agenda del presidente gira en torno a las elecciones de los estados y a la sucesión presidencial del 24 con todo y sus “corcholatas”.
Criticaron con fuerza y con razón la decisión del presidente Calderón de utilizar al ejército en tareas de seguridad pública y en particular la declaración de “guerra” contra la delincuencia organizada decretada desde Los Pinos. Entonces el hoy presidente decía que los efectivos del ejército mexicano deberían de regresar a sus cuarteles y en su lugar preparar y capacitar a los cuerpos policiacos civiles para combatir a la delincuencia. La realidad actual es un país militarizado hasta en su espacio aéreo: administradores de aduanas, aeropuertos, puertos, constructores del tren Maya, vigilantes del Metro de la ciudad de México, etcétera.
Mientras tanto las policías estatales y municipales no solo no se han fortalecido, todo lo contrario, se han debilitado por la falta de apoyo; la delincuencia se ha apoderado de facto de ciudades, regiones y estados. El ejército se muestra rebasado y en algunas regiones señalado por presuntas complicidades.
Se dicen respetuosos de los derechos humanos y colocan a una incondicional al frente de la CNDH debilitando su mayor fortaleza: su autonomía.
La violencia y los asesinatos alcanzan los niveles más elevados en la historia, cerrando hasta enero en 146 mil, casi el doble que durante el mismo periodo en el sexenio de FCH y 50 mil más que en el de EPN. Los abrazos no dan los resultados que en el discurso tanto disfruta el presidente.
Se dicen demócratas, pero impulsan una reforma electoral que desmantela al organismo electoral que ha dado los mejores resultados en la historia del país; la más eficiente y profesional organización institucional está amenazada con el famoso plan B. No es casual que en sus filas tienen al operador del fraude electoral del 88 al frente de la CFE.
Simultáneamente mientras golpean al árbitro y tratan de minar el andamiaje democrático, las y los aspirantes presidenciales, así como los aspirantes a las gubernaturas estatales, se encuentran abiertamente en campaña, pintando bardas, contratando espectaculares, bailando en las redes sociales, medios de comunicación, pasándose por el forro las normas electorales, simulando ser respetuosos de la ley, para tratar de posicionarse en el ánimo del gran y único elector.
Su discurso anticorrupción se cae en pedazos conforme pasan los días y aparecen videos de familiares recibiendo dinero en efectivo, funcionarios, legisladores de Morena, gobernadores como el de Morelos fotografiado con líderes delincuenciales, la casa gris de Houston, Segalmex, PEMEX, SEP, nuevamente etcétera.
Se dicen respetuosos de la división de poderes, sin embargo, en los dos últimos eventos de Estado conmemorativos al aniversario de la Constitución, el 5 de febrero en Querétaro y la Marcha de la Lealtad el 9 de febrero en la capital de la república respectivamente, el trato que se les dio a los titulares de los poderes legislativo y judicial fue grosero por decirlo suavemente. Fueron desplazados a uno de los extremos del presídium y su lugar fue ocupado por los secretarios de la Defensa Nacional, de Marina y de la no primera dama.
Al presidente le incomodan las posturas independientes y críticas del presidente del Congreso de la Unión, el diputado Santiago Creel Miranda, y la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la ministra Norma Lucía Piña Hernández.
La cuarta transformación no es más que una gran simulación y un intento por restaurar el viejo régimen del cual muchos de ellos provienen, y de otros que vienen de la izquierda que en aquel entonces combatían lo que ahora justifican con disciplina. Tragan sapos y ni gestos hacen.
No queremos regresar a las prácticas del pasado ni tampoco preservar la mal llamada cuarta transformación, que es la repetición cínica de las prácticas del pasado.
El camino para construir una nueva etapa de consolidación democrática de México lo habrá de marcar la ciudadanía y la movilización que se lleve a cabo; por eso es importante convocar a todas y todos los ciudadanos para manifestarnos este domingo 26 de febrero a las 11 de la mañana en el zócalo de la ciudad de México y de las principales ciudades del país.
¡Porque la democracia no se toca!
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