CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 29 de marzo de 2022
A estas alturas del desarrollo de la vida pública nacional, en los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal), observamos cada día con mayor frecuencia cómo los funcionarios escurren el bulto. Lo anterior significa la infaltable justificación y el uso de mil pretextos para rehuir, evitar, eludir o esquivar algo indeseable, como los riesgos, las dificultades, un trabajo, un compromiso, una responsabilidad, etcétera. Esto se repite en todos los cargos públicos habidos y por haber.
Lo ocurrido en Ciudad Juárez, donde un incendio acabó con la vida de 39 migrantes detenidos en un centro operado por el Instituto Nacional de Migración (INM), confirmó la prolongación de la simulación en la actual administración federal, estatal y municipal, la cual es equiparable a la corrupción. Los mexicanos estamos siendo testigos sobre la forma en que los responsables pretenden escurrir el bulto, es decir, evadir su responsabilidad.
Esa actitud siempre la he establecido dentro de los factores componentes de El Principio de Peter.
He escrito respecto al comportamiento elusivo de funcionarios cuando alcanzaron su nivel de incompetencia, tan manejado por grandes corporaciones e instituciones públicas a comienzos de la década de los años setenta tras la publicación del libro “El Principio de Peter”, cuyo autor fue el doctor Laurence J. Peter, pedagogo y escritor canadiense, quien al respecto escribió lo siguiente:
“En una empresa, entidad u organización las personas que realizan bien su trabajo son promocionadas a puestos de mayor responsabilidad una y otra vez, hasta que alcanzan su nivel de incompetencia (…) Muchos puestos de alta dirección son ocupados por profesionales que no tienen la suficiente calificación para su trabajo, lo cual conduce a graves errores en las decisiones que toman las personas responsables en las organizaciones”.
Lo anterior significa, de manera más concreta, que a los cargos muchas veces no llegan los más aptos. En la actual administración se exigió 10 por ciento de capacidad y 90 por ciento de honestidad.
Sin embargo, en los anales de la historia mundial existen registros de décadas anteriores sobre el principio del doctor Laurence, bajo distintas tesis. Uno de los primeros en mencionar conceptos equiparables fue José Ortega y Gasset (en 1910), en el siguiente aforismo:
“Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes”.
Escribió Laurence J. Peter en 1969, como si estuviera hoy entre nosotros observando la descomposición y las decisiones erráticas en las estructuras gubernamentales:
“Observamos a políticos indecisos que se las dan de resueltos estadistas. Es ilimitado el número de funcionarios indolentes e insolentes; jefes militares cuya enardecida retórica queda desmentida por su apocado comportamiento, y gobernantes cuyo innato servilismo les impide gobernar realmente (…) En nuestra sofisticación, nos encogemos virtualmente de hombros ante el clérigo inmoral, el juez corrompido, el abogado incoherente, el escritor que no sabe escribir y el profesor de inglés que no sabe pronunciar (…) En las Universidades vemos anuncios redactados por administradores cuyos propios escritos administrativos resultan lamentablemente confusos, y lecciones dadas con voz que es un puro zumbido por inaudibles e incomprensibles profesores”.
Varios observadores políticos, entre ellos este redactor, vemos incrustados en la administración pública a una pléyade de servidores públicos que viven a expensas de los recursos públicos, pero inmersos en el principio de Peter. Lo corroboran casi a diario cuando no asumen su responsabilidad o inventan cualquier cantidad de pretextos y justificaciones, muchas veces con violencia e insultos, para no hacerlo. Hoy lo vemos repetido en el caso del centro de detención del Instituto Nacional de Migración de Ciudad Juárez. ESTO NO VA A TERMINAR BIEN.
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