ANÁLISIS
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 10 de junio de 2024
Resulta arduo analizar el entramado del reciente proceso electoral, tan intrincado como el que estamos presenciando tras los veredictos del 2 de junio, fecha en la cual Claudia Sheinbaum triunfó con una ventaja descomunal.
Algunos esgrimen la teoría del fraude, aunque no se verificó tal situación. Lo que sí experimentamos fue una elección de estado profundamente desigual, en la cual todo el aparato gubernamental y el propio presidente de la República actuaron en favor de su candidata. Desde el inicio de su mandato, crearon un ejército electoral financiado con fondos públicos, denominado “Siervos de la Nación”, quienes han recorrido de puerta en puerta con chalecos del mismo color de Morena, promoviendo programas sociales y presionando a los beneficiarios, incluso lanzando amenazas veladas o directas.
El presidente recibió numerosas amonestaciones por parte del INE debido a su intervención en la elección durante las conferencias matutinas, y continuó haciéndolo sin consecuencias aparentes. Morena adelantó el proceso electoral al menos dos años antes de los plazos legales, comenzando por la selección interna en la que participaron funcionarios derrochando recursos a lo largo del territorio, cientos de millones de pesos de origen dudoso, ya sea público o proveniente de grupos externos, según han denunciado algunos actores políticos.
Desde el lado de la oposición, se gestó una propuesta a raíz de la irrupción de la Marea Rosa, inicialmente en defensa del INE y en contra del plan A, y posteriormente contra el plan B. Xóchitl Gálvez cautivó en poco tiempo a millones de ciudadanos, quienes vieron en ella la oportunidad de frenar la continuidad de la 4T. Xóchitl llevó a cabo una campaña formidable, mostrándose como una guerrera incansable, tenaz e inteligente, una figura femenina de gran envergadura.
El presidente se dedicó sistemáticamente a atacar a la candidata de la oposición, asociándola con la narrativa de que Xóchitl quería eliminar los programas sociales, algo completamente falso que afectó negativamente la percepción hacia la candidata.
La magnitud de la última concentración de la Marea Rosa el 19 de mayo en el Zócalo de la CDMX y en numerosas plazas estatales, junto con las supuestas “encuestas” diarias que mostraban una competencia reñida, e incluso algunas que posicionaban a Xóchitl por encima de Claudia, generaron expectativas de victoria entre los electores opositores.
Lamentablemente, esas “encuestas” nos engañaron, fueron falsedades que artificialmente mantuvieron la esperanza en muchos que hoy no comprenden lo sucedido. De ahí surgieron teorías de fraude, alimentadas por la intervención de fuerzas oscuras utilizando inteligencia artificial y otras fantasías producto de la frustración. No busquemos explicaciones sobrenaturales, fue una elección de estado.
La teoría del voto oculto a favor de Xóchitl no se materializó; las encuestas indicaban una amplia ventaja para Claudia, desacreditando así las afirmaciones del equipo de Xóchitl que sugirieron errores en los sondeos. En realidad, ese supuesto voto oculto se manifestó como un apoyo mayoritario a la candidata oficialista.
Incluso durante la noche electoral, Xóchitl apareció rodeada de líderes partidistas con rostros de alegría, afirmando su victoria. Horas más tarde, reapareció para reconocer su derrota después de que el INE, a través de su presidenta, anunciara los resultados del conteo rápido; fue un golpe duro para todos nosotros.
Tras las elecciones, comenzó el recuento de votos, confirmando los resultados anunciados la madrugada del lunes 3 de junio, con cifras aún más definitivas.
¿QUÉ VIENE?
La posibilidad de que el bloque gobernante logre la mayoría calificada se presenta como una amenaza, lo que podría implicar la aprobación de las veinte reformas planteadas en el llamado plan C, incluyendo la disolución del Poder Judicial, del INE y de otros organismos autónomos.
Una de las respuestas ante esta amenaza ha sido la devaluación del peso y la caída de la bolsa de valores, demostrando la preocupación de los mercados ante la posible desaparición de estos contrapesos constitucionales.
En el corto plazo, debemos permanecer vigilantes y estar dispuestos a movilizarnos si fuera necesario.
A corto plazo, el panorama futuro es incierto.
Desde la oposición, solo queda claro que los partidos tradicionales como el PRI y el PAN han tocado fondo, mientras que el PRD enfrenta la pérdida de su registro, un destino anunciado desde hace años. Estos partidos, en su estado actual, ya no son útiles ni para la democracia ni para los ciudadanos.
El gran desafío será continuar defendiendo la democracia, fortalecer el sistema de partidos y renovar la clase política.
Se acercan tiempos de reflexión profunda, de autocrítica y de diálogo abierto entre los defensores de la democracia.
Por ahora, debemos asimilar lo sucedido antes de tomar decisiones.