CINTARAZOS Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 2 de marzo de 2023
El viernes 30 de julio de 2021 escribí respecto a las vulnerabilidades y fortalezas del entonces presidente municipal electo de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado. Escribí que la contienda electoral de aquel año había pasado a la historia y que al prestigiado abogado lo estaban acechando los dolores de parto y el crujir de dientes. Desglosemos.
La mayor fortaleza de Urióstegui era la ausencia de cuestionamientos hacia su persona por actos de corrupción. Nunca nadie, durante el proceso electoral de 2021, difundió datos que proyectasen al edil electo como saqueador de recursos públicos. No, no, no. Al contrario: lo rodeaba una aureola de integridad. Era más impoluto que la madre Teresa de Calcuta. Esos factores serían entonces sus mejores recursos para enfrentar, por ejemplo, la eterna corrupción al interior del Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca (SAPAC), organismo público descentralizado del Ayuntamiento, hoy inmerso en la peor crisis financiera de su historia.
Cuando escribí aquellas líneas habían transcurrido unos días desde que Urióstegui acompañó a Antonio Villalobos Adán, todavía alcalde cuernavacense, a un encuentro con altos directivos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en el cual corroboró que la deuda del SAPAC con la paraestatal ascendía a 263 millones de pesos. Allá y entonces, el alcalde electo señaló que esa cifra era impagable. Hoy, por boca del propio Urióstegui, sabemos que la deuda histórica con la CFE alcanzó los 300 millones de pesos, mismos que no figuran en ninguna partida financiera del SAPAC, pero tampoco del Ayuntamiento. Es cierto: el gigantesco pasivo es impagable.
De nada sirve, señoras y señores, que la CFE y los más encumbrados funcionarios del Ayuntamiento de Cuernavaca se sigan haciendo como “El Tío Lolo”, y saquen a relucir, una y otra vez, el tema de la deuda histórica. Sean realistas, señores directivos de la Comisión Federal de Electricidad, y admitan que las autoridades municipales no pueden y no podrán liquidar los 300 millones, ni siquiera en pagos chiquitos a la manera de Elektra. Me parece que en este contexto de realidad ya se ubicó el alcalde Urióstegui, quien, tal como lo advirtió en julio de 2021, indicó este miércoles que la comuna cuernavacense y el SAPAC no tienen recursos para pagar esa lanota.
A continuación transcribiré un párrafo de mi columna del 30 de julio de 2021, con cabal aplicación al día de hoy:
“Para superar el gravísimo escenario financiero del SAPAC será necesaria la intervención del gobierno de la República ante la CFE. No habrá de otra. Y me parece, además, que en torno a la deuda pública por alrededor de 2 mil 800 millones de pesos (ese era el pasivo total del Ayuntamiento a mediados de 2021) se requerirá la misma fórmula: conseguir el respaldo desde Palacio Nacional. ¿Cómo le hará Urióstegui para tocar las puertas de ese importante inmueble, lograr que se las abran, llegar hasta el presidente y pedirle su intervención ante Bartlett? (…) En resumen: Cuernavaca necesita dinero, mucho dinero y no solo buenos deseos”.
A estas alturas de su gestión municipal, Urióstegui continúa sin enviar señales con relación a posibles gestiones ante el gobierno de López Obrador para resolver de fondo la problemática del SAPAC. Como dice el presidente de la República, se la pasa con “choros mareadores”. Es obvio que el alcalde no tiene cómo llegar a tocar las puertas del Palacio Nacional y garantizar que se las abran. Me parece que está solo y así se quedará porque, fiel a su estilo, no se rebajará buscando el apoyo, por ejemplo de todos los legisladores federales de Morelos.
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