CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 16 de agosto de 2021
Los morelenses vamos perdiendo nuestra capacidad de asombro cuando nos informan sobre hechos violentos o somos testigos de los mismos, lo cual ocurre con frecuencia en las carreteras de “altas especificaciones”, como la México-Cuernavaca, donde un fin de semana y otro también hay accidentes mortales cuyos participantes son motociclistas, pero también automovilistas. En ambos casos, casi siempre están involucrados el alcohol, la impericia para conducir los vehículos y el exceso de velocidad. Y la mayoría de las veces hay muertos.
Este domingo 15 de agosto no fue la excepción. A la altura de Tres Marías, municipio de Huitzilac, sobre la autopista Miguel Alemán o México-Cuernavaca (como guste usted llamarle) y con dirección a la capital morelense, hubo una colisión de entre 12 y 15 motocicletas, dos tráileres y unos 15 vehículos automotores particulares (camionetas y automóviles).
Según cifras extraoficiales, hubo siete muertos, todos ellos tripulantes de las motos, entre quienes estaban varias mujeres (se dice que una de las occisas presentaba embarazo); y entre seis y ocho heridos. Ya se imaginarán los daños materiales, de suyo cuantiosos. A reserva de que las autoridades federales realicen una minuciosa investigación y deslinden responsabilidades, hasta el momento de redactar la presente columna se estaba endosando la culpa a los traileros, cuando propios y extraños hemos visto a los “motobikes”, solos o acompañados, circulando a velocidades excesivas y siempre poniendo en peligro la vida propia y la de personas inocentes, como seguramente ocurrió ayer. Automovilistas testigos de los hechos declararon que durante varios kilómetros venían jugando carreras con los «motobikers» accidentados, hasta que estos se toparon con varios tráileres en la zona de Tres Marías. Más motos fueron a impactarse contra los pesados vehículos, donde yacían los cuerpos sin vida de sus compañeros y amigas.
Consultando la reglamentación en torno al uso de motocicletas, tanto en las autopistas y demás carreteras federales, así como en ciudades, algunas de las obligaciones de los conductores son ser mayor de 18 años de edad; estar acompañados solamente por el número de personas para el que existan asientos (hay entidades donde se impide el viaje de dos tripulantes); circular en todo tiempo con las luces encendidas; tanto el conductor como sus acompañantes deberán usar casco protector y, en su caso, anteojos; transportar únicamente carga cuando no se afecte la estabilidad del vehículo ni la visibilidad del conductor; y no entablar competencias de velocidad, arrancones o efectuar maniobras que pongan en riesgo la seguridad del tránsito o de terceros. Esto último es lo que precisamente nunca respeta la mayoría de motociclistas, a quienes, además, se les ve con gran frecuencia ingiriendo bebidas embriagantes en Tres Marías, Cuernavaca y otros puntos de nuestra entidad.
En lo que respecta a los motociclistas se tiene información de que el alcohol está presente en torno al 40 por ciento del total de accidentes fatales en motocicleta; en el 20 por ciento de los siniestros fatales, el conductor no cuenta con una licencia válida; la mayoría de los motociclistas no han tomado un curso formal de manejo; en el 50 por ciento de las colisiones mortales está involucrado otro vehículo; el 30 por ciento (50 por ciento en la noche) de los conductores de vehículos automotores involucrados en impactos con motociclistas argumentan que al transitar no lo vieron; en sólo el 10 por ciento del total de accidentes el motociclista es responsable; y el exceso de velocidad y/o la distracción constituyen un factor en la mayoría de los siniestros mortales. Los datos anteriores corresponden al año 2015 y son de la aseguradora MAPFRE.
En México, conducir una motocicleta representa un riesgo seis veces mayor de sufrir lesiones graves y tres veces mayor de morir, en comparación con conducir un vehículo automotor. Tener una moto no sólo implica saber conducirla y usar equipo de protección. También demanda el conocimiento de las reglas de tránsito, ya que la cultura vial nos convierte en mejores y más responsables motociclistas.
Uno de los aspectos más importantes a saber son los límites de velocidad. Hay quienes se preguntan si son los mismos que los de los automóviles, ya que a menudo nos toca ver motos deportivas que surcan las calles como si de pistas de carreras se tratara. Y ni qué decir con respecto a lo comprobado cada fin de semana en las autopistas México-Cuernavaca, la Del Sol y hasta sobre la carretera federal que une a la Ciudad de México con la capital morelense. Lo sinuoso del camino acrecienta la adrenalina de los “motobikes”, quienes, inclusive, han llegado a crear en el transcurso de las décadas, códigos casi religiosos, sobre todo si uno de sus compañeros llega a morir en el o los accidentes.
Algunos modelos deportivos de motocicletas superan los 200 km/h con facilidad, pero los límites de velocidad están impuestos por seguridad. Sin embargo, no se respetan. Entre más rápido vayan los motociclistas al rodar, generan y experimentan mayor adrenalina, pero son más propensos a sufrir accidentes, lo que implica lesiones (pudiendo ser permanentes) y riesgo de muerte. Y muchas posibilidades de matar a gente inocente.
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